viernes, 18 de noviembre de 2011

Sobre la vida y la muerte (3)


Queridos amigos la conmemoración de los Fieles Difuntos nos dicen que solamente quien puede reconocer una gran esperanza en la muerte, puede también vivir una vida a partir de la esperanza. Si reducimos al hombre exclusivamente a su dimensión horizontal, a lo que se puede percibir empíricamente, la propia vida pierde su sentido profundo. El hombre necesita de la eternidad, y cualquier otra esperanza para él es demasiado breve, demasiado limitada. El hombre puede explicarse sólo si existe un Amor que supera todo aislamiento, también el de la muerte, en una totalidad que trascienda también el espacio y el tiempo. El hombre se puede explicar, encuentra su sentido más profundo, sólo si existe Dios. Y nosotros sabemos que Dios se ha hecho cercano, ha entrado en nuestra vida y nos dice: Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá: y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás[1]. Pensemos un momento en la escena del Calvario y volvamos a escuchar las palabras de Jesús, desde los alto de la Cruz, dirigidas al crucificado a su derecha: En verdad te digo, hoy estarás conmigo en el Paraíso[2]. Pensemos en los dos discípulos camino de Emaús, cuando después de haber recorrido un tramo con Jesús Resucitado, lo reconocen y parten sin dudar hacia Jerusalén, para anunciar la Resurrección del Señor[3]. Dios se ha mostrado verdaderamente, se ha hecho accesible, ha amado tanto al mundo que nos ha dado a su hijo Unigénito, para que quien cree en Él no se pierda sino que tenga vida eterna[4]. Cristo nos sostiene a través de la noche de la muerte que Él mismo ha atravesado; es el buen Pastor, bajo cuya guía nos podemos confiar sin temor, ya que Él conoce bien el camino, ha atravesado también la oscuridad. Cada domingo, recitando el Credo, reafirmamos esta verdad y renovamos nuestra fe en la vida eterna. La fe en la vida eterna da al cristiano el valor para amar aún más intensamente esta tierra nuestra y trabajar para construirle un futuro, para darle una esperanza verdadera y segura»[5] P. Agustín, Párroco.


[1] Jn 11,25-26
[2] Lc 23,43
[3] Cfr Lc 24,13-35
[4] Jn 3,16
[5] Catequesis de Benedicto XVI en la Audiencia General, Plaza de San Pedro, Noviembre 2 del 2011.

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