lunes, 4 de octubre de 2010

XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario



Queridos hermanos y hermanas en el Señor, la doctrina de la Iglesia Católica sobre la anticoncepción es muy clara y muy sencilla de comprender cuando uno se acerca  a ella con un corazón sencillo.  En su encíclica Humanae Vitae (HV), publicada en 1968 em Papa Paulo VI escribe que "todo acto conyugal debe permanecer abierto a la trasmisión de la vida"[1]. Aquí el Papa enseña que el aborto está total y absolutamente excluido como método de regulación de la natalidad, así como también la esterilización y todo tipo de anticonceptivos y usos anti-naturales del acto conyugal. "Igualmente queda excluida toda acción, que haga imposible la procreación, ya sea antes del acto conyugal, durante el acto o en el desarrollo de sus consecuencias naturales"[2]. Aquí el Papa nos enseña que los dos significados esenciales del acto conyugal son el unitivo (dador de amor) y el procreador (dador de vida). Dios es el Autor de toda vida y de todo amor. Si queremos expresar nuestra sexualidad auténtica, honesta y humanamente, tenemos que hacerlo de acuerdo con el plan de Dios. La Iglesia sabe que será "un signo de contradicción" en un mundo que no tiene fe. Sin embargo, la Iglesia no cesa de proclamar con humilde firmeza, la ley moral en su totalidad, tanto natural como evangélica. "La iglesia no es la autora de tales leyes; consecuentemente, no puede ser su árbitro, ella es solamente su depositaria e intérprete, sin poder nunca declarar que es lícito lo que no lo es por su oposición íntima e inmutable al verdadero bien del hombre"[3]. En otra ocasión el Papa Juan Pablo II dirigió unas duras palabras a los obispos de este pais, señalando que un gran número de católicos no se adhieren a la enseñanza moral de la Iglesia sobre la anticoncepción y aún así, según parece, reciben los sacramentos, el Papa dijo: "Algunas veces se proclama que el rehusar la adhesión al Magisterio es totalmente compatible con ser un ‘buen católico' y que no presenta ningún obstáculo para recibir los sacramentos. Esto es un grave error que pone a prueba el oficio de maestros de los obispos". La doctrina de la Iglesia es muy clara: la persona que haya usado anticonceptivos o esté usando anticonceptivos, no puede recibir la Eucaristía sin verdadero arrepentimiento, confesión y firme propósito de enmendarse. Si caemos en el pecado, Dios siempre nos perdonará, si con sinceridad nos arrepentimos, nos confesamos y tratamos de vivir una vida cristiana. No tiene sentido recibir al Autor mismo de toda vida y de todo amor en la Eucaristía y al mismo tiempo conscientemente estar obrando en contra del don de Dios de la fertilidad y correr el riesgo de abortar en las primeras etapas del embarazo a uno de los hijos o hijas de Dios. Esto es una invitación, hermanos y hermanas, a que examinemos todos nuestra conciencia y veamos si estamos obedeciendo el Magisterio de la Iglesia, si se hace necesaria y urgente una buena Confesión y si nuestro corazón quiere lo que quieren Dios y su Iglesia P. Agustin, Párroco.


[1] HV 11
[2] HV 14
[3] HV18a.

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