lunes, 31 de diciembre de 2012

En vísperas del Año Nuevo 2013

Queridos hermanos en el Señor, desde el día en que sucedió el terrible acontecimiento de la escuela en Connecticut, he estado pensando mucho en éste asunto y quiero, en ésta edición de nuestro Pastors Bench, escribir un poco. Las abuelas tienen siempre mucha sabiduría, y dicen las cosas en frases cortas y profundas. Mi abuelita solía decir que las cosas iban mal "porque vivimos lejos de Dios". Y es verdad. Las cosas en nuestro país y en el resto del mundo van mal porque vivimos alejados de Dios. Sí: venimos a la Iglesia, pasamos juntos un rato en comunidad, incluso recibimos el Cuerpo y la Sangre del Señor, pero nuestra vida no está en una total comunión con Dios; y poco a poco nosotros hemos ido convirtiendo a Dios en un "asunto privado", y pareciera que el mundo en el que vivimos es un mundo sin Dios. Salimos a la calle ¿y encontramos a Dios? ¿está Él en nuestras escuelas o centros comerciales? Durante mucho tiempo hemos querido solucionar lo que va sucediendo en el día a día con leyes y cámaras de representantes, con cartas al Presidente; con armas, con planes y calendarios, con juntas; con hospitales e investigación, pero no hemos intentado arreglarlas con oración y ayuno, con silencio y penitencia, deseando incluir a Dios en todos y cada uno de los momentos de nuestra vida. Queridos hermanos: la crisis de falta de seguridad y falta de paz que estamos viviendo no va a solucionarse con un nuevo planteamiento en el tema de las armas, ni tampoco con nuevas leyes sobre inmigración, mucho menos con un nuevo presupuesto económico para los años que vienen. La crisis por la que estamos atravesando es una crisis de un mundo que cree que puede sobrevivir sin Dios, crisis de seres humanos –tú y yo- que piensan que Dios es importante para ciertos aspectos de la vida, o para los domingos en la mañana. Cuando el pueblo de Nínive está en medio de una crisis y vive lejos de Dios pero recibe con buena actitud la predicación de Jonás, ellos cambian rápidamente de actitud, y entonces Dios ve el cambio aquellos hombres y mujeres. Hoy yo me pregunto: ¿no será ahora el mejor momento en el que nuestro mundo y nuestro país deben voltear hacia Dios con un corazón arrepentido? Esto no es cuestión de si somos católicos o metodistas o judíos o musulmanes, eso no es importante (¡por Dios, todos somos Sus hijos!), es cuestión de que Dios ha pasado a ser un asunto privado que se usa cuando hay un antojo o cuando puede ser útil. ¡Vamos a despertar! ¿No será éste el momento adecuado para volver a Dios con todo el corazón, y dejar que sea Él  y sólo Él quien solucione todo lo malo que está sucediendo en el mundo y nos está volviendo locos? ¡Señor Dios nuestro, que el hombre no te obligue a arrepentirte de haberle dado un día las llaves de la tierra! P. Agustín, párroco. 

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