martes, 24 de abril de 2012

IV Domingo de Pascua (B)

Queridos hermanos en el Señor, durante la celebración de la Santa Misa, después de la consagración, el sacerdote pronuncia las hermosísimas palabras: Mysterium fidei, ¡Este es el Sacramento de nuestra Fe! Son palabras entrañables que se refieren obviamente a la Eucaristía, sin embargo conciernen también al sacerdocio ministerial, y es que no hay Eucaristía sin sacerdocio, como no hay sacerdocio sin Eucaristía. A la exclamación del celebrante los fieles responden todos juntos: "Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven Señor Jesús''. Participando en el Sacrificio eucarístico los fieles se convierten en testigos de Cristo Jesús crucificado y resucitado, comprometiéndose a vivir su triple misión -sacerdotal, profética y real- de la que están investidos desde el Bautismo. El sacerdote, como administrador de los ''misterios de Dios", está al servicio del sacerdocio común de los fieles. Es él quien, anunciando la Palabra y celebrando los sacramentos, especialmente la Eucaristía y la Confesión, hace cada vez más consciente a todo el Pueblo de Dios su participación en el sacerdocio de Cristo, y al mismo tiempo lo mueve a realizarla plenamente. En la santa Misa todos estamos invitados a darnos cuenta de la particular importancia existencial de este anuncio, con referencia al misterio de Cristo, de la Eucaristía y del Sacerdocio. Hoy, el Domingo del Buen Pastor de éste año 2012, es un buen momento para agradecer a Dios que haya dejado entre nosotros el sacerdocio ministerial para gloria Suya y para servicio de la comunidad. Y es también un buen y oportuno momento para pedir que más jóvenes entreguen su vida a Dios en el sacerdocio ministerial. Podemos hacerlo con ésa oración tan entrañable y tan bonita que todos aprendimos: Oh, Jesús, Pastor eterno de las almas, dígnate mirar con ojos de misericordia a esta porción de tu grey amada. Señor necesitamos mayor número de sacerdotes; santifica más y más a nuestros sacerdotes. Te lo pedimos por la Inmaculada Virgen María de Guadalupe, tu dulce y Santa Madre. Oh Jesús danos sacerdotes según tu corazón P. Agustín, párroco. 

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