jueves, 24 de febrero de 2011

VIII Domingo del Tiempo Ordinario: La belleza de la Liturgia cristiana



Mis queridos hermanos en el Señor, ante el arte que envuelve a nuestra sociedad hoy en día resplandece la belleza de la liturgia de la Iglesia. Belleza que resplandece en la liturgia de la iglesia desde hace dos mil años, y no podemos contaminar hoy con la cultura de la muerte. La conversión de Rusia al cristianismo, a finales del siglo X,  se produjo gracias a la belleza de la liturgia.  El príncipe Vladimir, interrogado sobre el modo de vida de los cristianos, envió emisarios a Bizancio, y éstos volvieron a Kiev tan maravillados tras asistir a la liturgia bizantina en Santa Sofía, que relataron que les había parecido estar en el mismo cielo durante la celebración, y el príncipe Vladimir se convirtió con todo su reino al cristianismo de rito bizantino. La conversión del poeta francés Paul Claudel, se produjo, según su propio testimonio, al quedar maravillado por la belleza del canto del Magnificat durante el rezo de vísperas de la Navidad de 1886 en Notre Dame. No es que la liturgia actúe de un modo mágico, sino que el profundo anhelo de belleza que movía la conducta de los emisarios rusos del príncipe Vladimir, o del poeta Claudel, se vio cumplido al encontrarse con la belleza de la liturgia. André Frossard, hijo del primer secretario del Partido Comunista Francés, que jamás había pisado una iglesia en su vida, educado en el "ateismo perfecto", tan perfecto que no perdía el tiempo negando la existencia de Dios, nos cuenta en su obra autobiográfica "Dios existe, yo me lo encontré", como una tarde de 1935 entró ateo en una capilla del Barrio Latino de París, y salió "católico, apostólico y romano". ¿Que Belleza sedujo a Frossard? El mismo nos lo relata: "Dios existe, yo me lo encontré...Yo lo he visto alzarse más bello que la belleza, más luminoso que la luz". Y se encontró con El en la liturgia. Vamos a preguntarnos éste fin de semana si admiramos la belleza de nuestra parroquia, si ponemos atención a las celebraciones litúrgicas de cada domingo y si dejamos que nuestro corazón y nuestros sentidos se llenen de la belleza que Dios tiene para cada uno   P. Agustín, Párroco. 

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