miércoles, 19 de junio de 2013

¡Gracias de todo corazón!


Queridos hermanos y hermanas de la comunidad latina de mi querida parroquia de St. Vincent de Paul ¡Gracias! Gracias es la mejor y la única palabra en éstos momentos. Gracias por ser una comunidad dócil y obediente. Gracias por ser una comunidad con un amor grande por el sacerdocio y la vida consagrada; gracias por querer tanto a los seminaristas –futuros sacerdotes-que nos ayudan durante el año académico todos los domingos. Gracias por el entusiasmo con el que me ayudaron a celebrar la Semana Santa, la fiesta del Corpus Christi, la Navidad ¡todo el año litúrgico! ¡Gracias por todo! Viene pronto un nuevo párroco y a él deben mostrarle todo su cariño, toda su lealtad y toda su obediencia. Bendito el que viene en el nombre del Señor, dice la Escritura Santa.  Yo estoy seguro que lo recibirán con el mismo cariño y con la misma alegría con que me recibieron a mí hace cuatro años cuando Mons. José Gómez, el anterior arzobispo, me pidió que viniera a trabajar aquí; yo sé que seguirán trabajando con empeño y alegría, con tesón y entusiasmo; sé que la misa de las dos de la tarde seguirá siendo un lugar de encuentro entre Dios y la comunidad latina que peregrina en la Arquidiócesis de San Antonio. Sé que recibirán con entusiasmo las iniciativas de su nuevo párroco y que trabajarán con él hombro con hombro. Sé que ésta comunidad será una comunidad que ora constantemente, con una oración como la que hace poco nos recomendaba su Santidad el Papa Francisco: «Una oración valiente, que lucha por llegar al milagro; una oración audaz, como la de Abraham, que estaba luchado con el Señor para salvar la ciudad, como la de Moisés, que tenía las manos en alto y cansado, orando al Señor, y como la de muchas personas, que tienen Fe y oran con la Fe. La oración hace maravillas, pero tenemos que creer!». Gracias por todo, mi queridísima comunidad de St. Vincent de Paul, gracias por todo, me llevo en el corazón que ustedes son la primera comunidad en la que he sido párroco. Al Señor y a su misericordia confío el juicio de si lo hice bien o mal, a la piedad del Señor me acojo y a las oraciones de cada uno de ustedes también. No olviden a éste sacerdote que siempre los llevará en su corazón ¡que Dios los bendiga y la Virgen Santísima siempre los lleve de su mano! Agustín, sacerdote.

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