lunes, 6 de mayo de 2013

¿Para quién guardamos lo mejor que tenemos?

Queridos hermanos en el Señor, hay un tema importante que está directamente relacionado con la celebración de la Eucaristía, y ahora que ya voy a dejar la parroquia para ir a trabajar en otro lugar que el arzobispo me ha asignado quiero ponerlo por escrito en nuestro Pastor’s Bench. La forma en que vestimos refleja cuánto respetamos al anfitrión y la dignidad del evento. Es por eso, por ejemplo, que nos presentamos bien vestidos a una entrevista de trabajo, a una boda o un funeral. Si los católicos comprendiésemos mucho mejor el significado sublime de la Santa Misa, deberíamos manifestar el mayor respeto en la forma en que nos vestimos. Ciertamente no debemos juzgar a una persona con vestido sucio pues es posible que haya salido del trabajo y es su única oportunidad de asistir a misa, o que venga a la celebración con grandes problemas personales y no está pensando en su forma de vestir, etc., hay muchas razones y no debemos juzgar; es importante que extendamos una bienvenida llena de amor a todos. Sin embargo debemos juzgarnos a nosotros mismos y sobre todo bebemos recordar que somos unidad de cuerpo y alma, es decir, todo nuestro ser debe prepararse para la gran celebración que es la santa Misa, en especial la Misa del Domingo. Todo lo visible nos ayuda de una forma y otra a elevarnos y a conectarnos con  Dios que es invisible: nos ayuda la arquitectura y la decoración, la música, los ornamentos del sacerdote, etc. todo, debe manifestar la sublime importancia de la Santa Misa. Aun si somos pobres, llevemos lo mejor que tenemos. Lo importante es la actitud que representan nuestros actos. Si no vestimos la mejor ropa para la Santa Misa, ¿para quien la reservamos? Por eso playeras demasiado cortas, escotes muy pronunciados y, desde luego shorts y chanclas no son lo más apropiado para asistir a la celebración de la Misa. Están muy bien para la playa o un día de campo junto al río Guadalupe, pero no pasar venir a la parroquia a la santa Misa. Yo les pido que pongamos un poquito de atención y un mucho de amor. Al final de todo la celebración de la Eucaristía es eso: una cuestión de amor. Es el Amor mismo el que nos llama para bendecirnos y estar con Él P. Agustín, párroco

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