Dice el refrán que “año nuevo, vida
nueva”. Hoy que celebramos la solemnidad de la Epifanía del Señor y que tenemos
su luz con nosotros, hagamos examen de conciencia, demos gracias y hagamos
propósitos. La costumbre de hacerlos en estos primeros días del año es algo muy
bueno y muy querido por nuestra Madre la Iglesia, pero hay que “aterrizar” bien
ésos propósitos, es decir, hacerlos en cosas que podamos cumplir.
El primero que podríamos hacer
sería mejorar en el amor, hacia Dios,
hacia los demás y –rectamente- hacia uno mismo. ¿Por qué no nos proponemos mejorar espiritualmente,
nutrir el más alma, ejercitar el corazón, acercarnos a Dios a través del
sacramento de la Confesión? Si nos hiciéramos todos este propósito lograríamos
cualquier cosa que nos dispusiéramos a realizar.
¿Por que no nos proponemos ser
fieles a nuestros sueños, no dejarlos abandonados, ir por ellos y volverlos
realidad? ¿Por qué no ser más sensibles al dolor humano, mejorar las relaciones
familiares, integrarnos en algún apostolado de la parroquia –Jóvenes
para Cristo, por ejemplo- orar más a la santísima Virgen o visitar al
Santísimo Sacramento? ¿Por qué no disfrutar más la vida que Dios nos Da?
Ya basta de quejarnos de todo. Es
hora de dejar de encontrarle a todo su lado malo y aceptar, por el contrario, con gozo, todo lo que Dios nos
da, agradeciéndolo y alabando al Señor por su bondad. Encontremos la mano de
Dios en todo lo que tenemos y somos. Alabemos a Dios por cada mañana, por la
frescura del agua que corre en la regadera, por el desayuno, por el sol que
calienta, por la taza de café que devuelve el buen ánimo, por la galleta dulce
que lo acompaña, por quienes nos hacen compañía, ¡por todo! Y disfrutemos “perder
el tiempo” con la familia, con los amigos.
Hermano mio, hermana mía ¿cuál es
tu propósito para éste año 2012? De
todo corazón que todo lo que emprendas, lo consigas, y que la paz de Cristo
reine en tu corazón. Feliz año nuevo y la bendición ■ P. Agustín, párroco.
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