Queridos hermanos en el Señor, la
presencia del coro de Assumption Seminary
éste domingo en las misas en inglés y la pregunta que me hacía uno de ustedes
el otro día de por qué cantamos al celebrar la santa Misa, me lleva a escribir
esto para dar algunas razones. San Pablo nos invita a cantar juntos salmos,
himnos y cánticos inspirados, mientras esperamos la venida del Señor, y qué
mejor momento para hacerlo en la asamblea eucarística. El Misal Romano nos
habla del canto como "una señal de euforia del corazón; san Agustín nos
dice que "Cantar es propio de quien ama", y un antiguo proverbio
afirma que: "Quien bien canta, dos veces ora". Hace unos años el
cardenal Ratzinger, antes de ser elegido como Benedicto XVI, señalaba que «la
importancia que la música tiene en la religión puede deducirse sencillamente de
un dato: la palabra cantar (junto a sus derivados correspondientes: canto,
etc.) es una de las más utilizadas en la Biblia. En el Antiguo Testamento
aparece en 309 ocasiones, en el Nuevo Testamento 36. Cuando el hombre entra en
contacto con Dios, las palabras se hacen insuficientes. Se despiertan esos
ámbitos de la existencia que se convierten espontáneamente en canto». Y es que
el canto expresa y realiza nuestras actitudes interiores, expresa las ideas y
los sentimientos, las actitudes y los deseos. Es un lenguaje universal con un
poder expresivo que muchas veces llega a donde no llega la sola palabra. En la
liturgia el canto tiene una función clara: expresa nuestra postura ante Dios
(alabanza, petición) y nuestra sintonía con la comunidad y con el misterio que
celebramos. El canto también hace
comunidad, es decir pone de manifiesto de un modo pleno y perfecto que somos un
solo pueblo. Cantar en común une: nuestra fe no es un asunto meramente
individual sino que la celebramos y vivimos: somos comunidad, el canto es entonces
uno de los mejores signos del sentir común. Por otro lado el canto hace un
ambiente de fiesta, y la Eucaristía es eso: la gran fiesta del encuentro de
Dios con sus hijos. El valor del canto es el de crear un clima más festivo y
solemne, ya sea expresado con mayor delicadeza la oración o fomentando la
unidad. El coro es realmente un ministerio,
es decir, un servicio. El coro
enriquece el canto del pueblo y lo ayuda a que se acerque a los misterios que
celebramos. «La música en la Iglesia –nuevamente es la voz del cardenal
Ratzinger- surge como un carisma, como un don del Espíritu, es la nueva
“lengua” que procede del Espíritu. En menos palabras: La música forma parte
integral de la vida del pueblo de Dios. Cuando cantamos juntos como Iglesia,
pueblo de Dios, ya no solo soy yo o tú quienes cantamos
"individualmente", sino que cantamos como cuerpo místico de Cristo,
como la Novia del Cordero. Y es que el lenguaje del corazón es la música, los
cristianos hoy en día no podemos darnos el lujo de descuidar el canto
litúrgico. No podemos “cantar cualquier cosa” para salir del paso. Debemos cantar lo que creemos. No
podemos solamente adornar la eucaristía con música de fondo como en los malls. Tampoco podemos convertir la
solemne celebración de la muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo en
un recital. Sentimos y aprendemos lo que
cantamos. El canto es la leche materna del corazón creyente. Como la melodía
que entonaba la abuelita para hacer dormir al niño, lo que cantamos en la
celebración litúrgica no se olvida jamás. El canto será el último recuerdo en
la hora de nuestra muerte. Desde luego que la santa Misa es válida sin el
canto, es decir, no pierde su coherencia doctrinal, ni su autenticidad
sacramental, sin embargo, en medio del silencio no se involucra el ser de la
misma manera. Es un desperdicio imperdonable. Sin el canto, la eucaristía deja
de “contagiar” a la comunidad la alegría, y no conmueve ni inspira; no alimenta
de la misma manera.
Hoy quiero hacer nuevamente una
alegre invitación a toda la comunidad parroquial a que forme parte del
ministerio del coro. No es necesario tener una gran voz (hay ensayos), tampoco
es necesario saber tocar un instrumento. Lo que pedimos es actitud y ganas de
servir a Dios a través del canto. Para empezar a formar parte del coro basta
con acercarse cualquier domingo a Jhonny Marroquín o Paulo Calvillo o a
cualquiera de los otros miembros. Quiero recordar una vez más que aunque el
sacerdote es el que preside, la Eucaristía la confeccionamos todos porque todos
formamos parte del cuerpo de Cristo. Espero, pues una buena respuesta y que el
coro crezca poco a poco. Con la bendición para todos y sus familias ■ P.
Agustín, párroco.
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