viernes, 20 de enero de 2012

III Domingo del Tiempo Ordinario (B)


Queridos hermanos en el Señor, la presencia del coro de Assumption Seminary éste domingo en las misas en inglés y la pregunta que me hacía uno de ustedes el otro día de por qué cantamos al celebrar la santa Misa, me lleva a escribir esto para dar algunas razones. San Pablo nos invita a cantar juntos salmos, himnos y cánticos inspirados, mientras esperamos la venida del Señor, y qué mejor momento para hacerlo en la asamblea eucarística. El Misal Romano nos habla del canto como "una señal de euforia del corazón; san Agustín nos dice que "Cantar es propio de quien ama", y un antiguo proverbio afirma que: "Quien bien canta, dos veces ora". Hace unos años el cardenal Ratzinger, antes de ser elegido como Benedicto XVI, señalaba que «la importancia que la música tiene en la religión puede deducirse sencillamente de un dato: la palabra cantar (junto a sus derivados correspondientes: canto, etc.) es una de las más utilizadas en la Biblia. En el Antiguo Testamento aparece en 309 ocasiones, en el Nuevo Testamento 36. Cuando el hombre entra en contacto con Dios, las palabras se hacen insuficientes. Se despiertan esos ámbitos de la existencia que se convierten espontáneamente en canto». Y es que el canto expresa y realiza nuestras actitudes interiores, expresa las ideas y los sentimientos, las actitudes y los deseos. Es un lenguaje universal con un poder expresivo que muchas veces llega a donde no llega la sola palabra. En la liturgia el canto tiene una función clara: expresa nuestra postura ante Dios (alabanza, petición) y nuestra sintonía con la comunidad y con el misterio que celebramos. El canto también hace comunidad, es decir pone de manifiesto de un modo pleno y perfecto que somos un solo pueblo. Cantar en común une: nuestra fe no es un asunto meramente individual sino que la celebramos y vivimos: somos comunidad, el canto es entonces uno de los mejores signos del sentir común. Por otro lado el canto hace un ambiente de fiesta, y la Eucaristía es eso: la gran fiesta del encuentro de Dios con sus hijos. El valor del canto es el de crear un clima más festivo y solemne, ya sea expresado con mayor delicadeza la oración o fomentando la unidad. El coro es realmente un ministerio, es decir, un servicio. El coro enriquece el canto del pueblo y lo ayuda a que se acerque a los misterios que celebramos. «La música en la Iglesia –nuevamente es la voz del cardenal Ratzinger- surge como un carisma, como un don del Espíritu, es la nueva “lengua” que procede del Espíritu. En menos palabras: La música forma parte integral de la vida del pueblo de Dios. Cuando cantamos juntos como Iglesia, pueblo de Dios, ya no solo soy yo o tú quienes cantamos "individualmente", sino que cantamos como cuerpo místico de Cristo, como la Novia del Cordero. Y es que el lenguaje del corazón es la música, los cristianos hoy en día no podemos darnos el lujo de descuidar el canto litúrgico. No podemos “cantar cualquier cosa” para salir del paso. Debemos cantar lo que creemos. No podemos solamente adornar la eucaristía con música de fondo como en los malls. Tampoco podemos convertir la solemne celebración de la muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo en un recital. Sentimos y aprendemos lo que cantamos. El canto es la leche materna del corazón creyente. Como la melodía que entonaba la abuelita para hacer dormir al niño, lo que cantamos en la celebración litúrgica no se olvida jamás. El canto será el último recuerdo en la hora de nuestra muerte. Desde luego que la santa Misa es válida sin el canto, es decir, no pierde su coherencia doctrinal, ni su autenticidad sacramental, sin embargo, en medio del silencio no se involucra el ser de la misma manera. Es un desperdicio imperdonable. Sin el canto, la eucaristía deja de “contagiar” a la comunidad la alegría, y no conmueve ni inspira; no alimenta de la misma manera.

Hoy quiero hacer nuevamente una alegre invitación a toda la comunidad parroquial a que forme parte del ministerio del coro. No es necesario tener una gran voz (hay ensayos), tampoco es necesario saber tocar un instrumento. Lo que pedimos es actitud y ganas de servir a Dios a través del canto. Para empezar a formar parte del coro basta con acercarse cualquier domingo a Jhonny Marroquín o Paulo Calvillo o a cualquiera de los otros miembros. Quiero recordar una vez más que aunque el sacerdote es el que preside, la Eucaristía la confeccionamos todos porque todos formamos parte del cuerpo de Cristo. Espero, pues una buena respuesta y que el coro crezca poco a poco. Con la bendición para todos y sus familias P. Agustín, párroco. 

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