Mis queridos
hermanos en el Señor, durante la Semana Santa la Iglesia y su liturgia nos
invitan a todos los fieles al recogimiento interior, haciendo un alto en las
labores cotidianas para contemplar detenidamente el misterio pascual, no con
una actitud pasiva, sino con el corazón dispuesto a volver a Dios, con el ánimo
de lograr un verdadero dolor de nuestros pecados y un sincero propósito de
enmienda para corresponder a todas las gracias obtenidas por Jesucristo. Para
los cristianos la Semana Santa no es el recuerdo de un hecho histórico
cualquiera, es la contemplación del amor de Dios que permite el sacrificio de
su Hijo, el dolor de ver a Jesús crucificado, la esperanza de ver a Cristo que
vuelve a la vida y el júbilo de su Resurrección. La Resurrección del Señor nos
abre las puertas a la vida eterna, su triunfo sobre la muerte es la victoria
definitiva sobre el pecados. Este hecho hace del domingo de Resurrección la
celebración más importante de todo el año litúrgico. La muerte de Cristo nos
invita a morir también, no físicamente, sino a luchar por alejar de nuestra
alma aquellas cosas que nos separan de Dios y de los hermanos. Que esta Semana
Santa del 2013 encontremos tiempo para el silencio, para la reflexión, para la
contemplación de los misterios de nuestra fe, y que participemos en ella con un
corazón lleno de alegría, un corazón en sintonía con el Año de la Fe. ■ P. Agustín,
párroco.
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