Con mucha alegría y emoción fuimos
siguiendo los acontecimientos de éstos días, desde la marcha de nuestro querido
papa emérito Benedicto XVI hasta la llegada de los cardenales a Roma; la misa ntes
de iniciar el cónclave, el juramento de cada uno de los electores hasta la fumata bianca que nos ha hecho gritar Habemus Papam! La chimenea del Vaticano
anunció a las 19.07 hrs. (hora de Roma) la elección de un nuevo sucesor de san
Pedro. Los más de 1.200 millones de católicos ya tenemos un nuevo pastor que a
imitación del Buen Pastor ha de guiarnos a la casa del Padre y ha elegido el
nombre de Francisco, cono el Poverello
de Asís. En su último mensaje como Arzobispo de Buenos Aires, escribía a sus
fieles: «La Cuaresma se nos presenta como grito de verdad y de esperanza que
nos viene a responder que sí, que es posible no maquillarnos y dibujar sonrisas
de plástico como si nada pasara. Sí, es posible que todo sea nuevo y distinto
porque Dios sigue siendo rico en bondad y
misericordia, siempre dispuesto a perdonar y nos anima a empezar una y otra
vez. Nuevamente somos invitados a emprender un camino pascual hacia la Vida,
camino que incluye la cruz y la renuncia; que será incómodo pero no estéril.
Somos invitados a reconocer que algo no va bien en nosotros mismos, en la sociedad
o en la Iglesia, a cambiar, a dar un viraje, a convertirnos. Son fuertes y
desafiantes las palabras del profeta Joel: Rasguen
el corazón, no los vestidos: conviértanse al Señor su Dios. Son una
invitación a todo pueblo, nadie está excluido. Rasguen el corazón y no los vestidos de un ayuno formal y de
cumplimiento que nos sigue manteniendo satisfechos. Rasguen el corazón y no los vestidos de una oración superficial y
egoísta que no llega a las entrañas de la propia vida para dejarla tocar por
Dios. Rasguen los corazones para decir con el salmista: hemos pecado. Ésta es la realidad de nuestra condición humana. Ésta
es la verdad que puede acercarnos a la auténtica reconciliación con Dios y con
los hombres. No se trata de desacreditar la autoestima sino de penetrar en lo
más hondo de nuestro corazón y hacernos cargo del misterio del sufrimiento y el
dolor que nos ata desde siempre». Tenemos al frente de la Iglesia a un hombre
de Dios. Que el Señor nos conserve muchos años al Papa Francisco a quien
acogemos en nuestra parroquia con infinito cariño ■ P. Agustín, párroco.
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