Y cómo debe ser el Papa que
viene? Sin duda es una pregunta que todos nos hemos hecho en éstos últimos
días… Queridos hermanos y hermanas en el Señor, en primer lugar, gracias a los
últimos Pontífices, queda clara una primera condición: ser él mismo. No podemos
ni debemos estar pensando constantemente en las diferencias entre Juan Pablo II
y Benedicto XVI; ninguno de los dos gobierna ya la Iglesia. Ellos forman ya
parte del pasado -¡del tesoro!- de la Iglesia. El nuevo Papa tendrá unos buenos
predecesores en qué fijarse, sí, pero debe ser él mismo, asistido por el
Espíritu Santo y el Colegio de Cardenales. El nuevo Papa podrá recordar a un
Juan XIII convocando el concilio y a un Pablo VI llevándolo a cabo; a un Juan
Pablo I con su breve pero intensa y cálida sonrisa y desde luego podrá y deberá
tomar referencias del magisterio en la línea del Concilio Vaticano II cuyo
aniversario estamos celebrando en éste Año de la Fe. Por supuesto podrá
mirar hacia el pontificado de Juan Pablo II, y Benedicto XVI pero siendo él
mismo. El Papa polaco y el Papa alemán hablaron con insistencia de la Nueva
Evangelización, incluso el último sínodo de los obispos trató sobre esta
necesidad de la Iglesia. Por otro lado, renunciar al pontificado en medio del
Año de la Fe resulta también una pista interesante ¿será una invitación a
(re)descubrir la fe y profundizar en la idea de que en ella –en la fe- está el
comienzo del amor verdadero? Hoy, a pocos días del comienzo del Cónclave, nos
preguntamos ¿Cuáles deben ser las prioridades del nuevo pontificado? Eso lo
decidirá el futuro Papa. Las ideas de los últimos dos pontífices pueden
resumirse en siete palabras: razón, corazón, creación, (ad)oración, Jesucristo,
Iglesia y belleza. En dos palabras: Nueva Evangelización. El nuevo Papa hará lo
que considere oportuno en conciencia, pero qué duda cabe de que va a tener muy
buenos ejemplos en los pontífices anteriores y que nosotros caminaremos en la
dirección que él nos indique. Confiemos alegremente, sin suspicacias, en que el
Espíritu Santo dará a la Iglesia un buen pastor, con un corazón a la medida del
corazón de Cristo Buen Pastor, un hombre que guiará el rebaño hacia la casa del
Padre. Invoquemos muchas veces el nombre de María, Reina y Madre de la Iglesia
y que ella nos proteja a todos ■ P. Agustín, párroco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario