martes, 28 de agosto de 2012

El Año de la Fe (3)


Queridos hermanos y hermanas en el Señor, una de las principales ideas que el Santo Padre nos transmite al convocar éste Año de la Fe del que hemos estado hablando, es que el mundo necesita hoy de manera especial el testimonio creíble tuyo y mío, es decir, el testimonio de vida de todos y cada uno los cristianos. En otras palabras: iluminados en la mente y el corazón por la Palabra del Señor debemos capaces de abrir el corazón y la mente al deseo de Dios y de la vida verdadera, ésa que no tiene fin, ésa que, gratis, nos regala Jesucristo. Así lo dice el Papa, citando a san Pablo: “Que la Palabra del Señor siga avanzando y sea glorificada[1], y que este Año de la Fe haga cada vez más fuerte la relación con Cristo, el Señor, pues sólo en él tenemos la certeza para mirar al futuro y la garantía de un amor auténtico y duradero”.  Aquí, las palabras del apóstol Pedro proyectan un rayo de luz sobre la fe: Por ello os alegráis, aunque ahora sea preciso padecer un poco en pruebas diversas; así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, que, aunque es perecedero, se aquilata a fuego, merecerá premio, gloria y honor en la revelación de Jesucristo; sin haberlo visto lo amáis y, sin contemplarlo todavía, creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, alcanzando así la meta de vuestra fe; la salvación de vuestras almas[2]. Nosotros conocemos la alegría y el sufrimiento, y también conocemos la soledad. Muchos de nosotros somos incluso probados por el silencio de Dios: quisiéramos escuchar su voz consoladora… Las pruebas de la vida a la vez que permiten comprender el misterio de la Cruz y participar en los sufrimientos de Cristo, son preludio de la alegría y la esperanza a la que conduce la fe: Cuando soy débil, entonces soy fuerte. Nosotros creemos con firme certeza que el Señor Jesús ha vencido el mal y la muerte. Con esta segura confianza nos encomendamos a Él y seguimos caminando este camino, con alegría con la esperanza puesta en Dios y en la Iglesia P. Agustín, párroco.


[1] 2 Ts 3, 1
[2] 1 P 1, 6-9

No hay comentarios: