miércoles, 30 de mayo de 2012

DIOS ESCONDIDO EN NUESTRA INTIMIDAD (I)

Qué tipo de personas consigue hacer una auténtica experiencia de Dios? La respuesta a esta pregunta es sencilla: todas y cada una de las personas normales, independientemente de su carácter, de su grado de cultura, de su condición social tienen capacidad natural para hacer esta experiencia. Mediante un pequeño esfuerzo, todos podemos sumergirnos en nuestra propia intimidad y reflexionar sobre lo que somos delante de Dios y de lo que Dios es para nosotros; es importante recordar que  Dios se manifiesta al alma en esa intimidad. Como sabemos, Él mora ahí y está a nuestra espera. Si no lo percibimos, es porque somos ciegos; si no lo oímos, es porque somos sordos; si no lo encontramos, es porque andamos lejos de ese santuario interior que es nuestra propia alma, nuestra propia conciencia. Cabalgamos a lomos de nuestra propia imaginación; con nuestra fantasía y nuestra atención recorremos el mundo en busca de Él. Vamos de una parroquia a otra, peregrinamos a santuarios famosos, visitamos los lugares de célebres apariciones, viajamos a Tierra Santa... y la realidad es que Él nos espera en un nuestra propia alma. Como decía San Agustín: "Tú estabas dentro de mí y yo fuera, y yo por fuera te buscaba". La palabra meditación no es apropiada para describir ese proceso de sumergirse y adentrarse en el propio interior. "Meditar" significa reflexionar sobre el significado de uno u otro texto del evangelio.  El proceso de adentrarse en la intimidad más profunda de uno mismo tiene lugar por etapas. La primera de ellas consiste en un esfuerzo de recogimiento. Recogerse es retirarse del mundo exterior, el cual percibimos con nuestros cinco sentidos. El Señor describe esta etapa cuando dice: Cuando orares, entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre en secreto; y tu Padre, que ve en lo más oculto, te recompensará[1]. La habitación es lugar para reunirse con otras personas, pero también puede ser lugar solitario. "Cierra la puerta", es decir, cierra los sentidos externos para que no entre nadie: ni personas, ni animales, ni cosas, ni ruidos... Es preciso crear un clima de secreto, esto es, de silencio, de misterio, de confidencia. Se ha de tomar una postura lo suficientemente cómoda que permita permanecer lo más inmóvil posible, al menos unos diez o quince minutos (Continuará)




[1] Mt 6,6

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