Queridos hermanos en el Señor: celebramos hoy el primer domingo del
tiempo de Adviento, y resuenan las palabras que san Pablo dirige a los
cristianos de Roma: «Ya es hora de
despertaros del sueño»[1].
Muchas personas –incluso en nuestra misma familia- viven de noche y duermen de
día. Durante la noche se entregan a cosas que no son propias de un cristiano. Luego, durante el día, están demasiado
cansados para pensar en cosas trascendentales, como el sentido de la vida.
Curiosamente, esas frenéticas actividades de la noche, realizadas en la
oscuridad o entre luces artificiales, son para el apóstol imágenes del sueño
que embarga al hombre cuando vive de espaldas a la amistad con Dios. Por eso
nos invita a despertarnos y a dejarnos iluminar por Aquél que viene para
salvarnos. Si lo pensamos bien, todos
vivimos un poco adormilados. También los que pasamos la noche en casa y de
día vamos a la Iglesia. ¿Quién puede afirmar que nunca se deja tentar por las
comilonas y borracheras, por la lujuria y el libertinaje, por las envidias y
rivalidades? A cada uno le aprieta el zapato por un sitio, es decir, ninguno
estamos totalmente libres del pecado. San Pablo nos recuerda que «nuestra
salvación está ahora más cerca que cuando nosotros empezamos a creer». Esto
significa que aún no estamos totalmente redimidos, que la obra de la salvación
ya ha comenzado en nosotros, pero aún no ha llegado a su plenitud. Y alguno
podrá decir: “Oiga, pero entonces, ¿para qué ha venido Cristo? ¿No decimos que
Él ya nos ha salvado, ya ha vencido al pecado y a la muerte, ya nos ha otorgado
la vida del cielo?”. Sí. Esto es verdad, Cristo ya nos dio la salvación pero mientras
vivimos esta vida, siempre estamos en peligro de equivocar el camino, de
permitir que las tinieblas confundan nuestros pensamientos, de perder las
ilusiones, de cansarnos de esta luz que siempre nos exige más y nos invita a no
darnos nunca por satisfechos.
San Pablo nos recuerda que en nuestra propia vida
personal el día está del encuentro definitivo con el Señor está más y más cerca.
Si se nos invita a despertarnos del sueño, es para que podamos descubrir la
claridad del que nos trae la salvación, para que podamos acoger la Vida que se
nos ofrece par poder darnos un abrazo con Él, un abrazo que durará para siempre.
Queridos hermamos en el Señor, no desperdiciemos éstas hermosas semanas de
preparación. Guardemos silencio y atentamente escuchemos la voz del Señor que ya
pronto viene a salvarnos ■ P. Agustín, Párroco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario