sábado, 4 de junio de 2011

la Tradición de la Iglesia (II)

Queridos hermanos, es oportuno que a lo largo de éstos días en que nos preparamos para la fiesta de Pentecostés (fiesta del Espíritu Santo y cumpleaños de la Iglesia) meditemos sobre los tres pilares de nuestra fe católica: Sagrada Escritura, Tradición y Magisterio. El oficio de interpretar correctamente la Palabra de Dios, ha sido encomendado al Magisterio vivo de la Iglesia.  Ella lo ejercita en nombre de Jesucristo. Este Magisterio, según la Tradición Apostólica, lo forman los obispos en comunión con el sucesor de Pedro que es el Papa. El Magisterio no está por encima de la Revelación Divina, sino que está a su servicio, para enseñar puramente lo transmitido. Por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, el Magisterio de la Iglesia lo escucha devotamente, lo guarda celosamente y lo explica fielmente. Los fieles, recordando la Palabra de Cristo a sus apóstoles: “El que a ustedes escucha, a mí me escucha”[1], reciben con docilidad las enseñanzas y directrices que sus pastores les dan. El Magisterio de la Iglesia es un guía seguro en la lectura e interpretación de la Sagrada Escritura. El Magisterio también orienta también el crecimiento en la comprensión de la fe. Gracias a la asistencia del Espíritu Santo, la comprensión de la fe puede crecer en la vida de la Iglesia cuando los fieles meditan la fe cristiana y comprenden internamente los misterios de la Iglesia. En otras palabras: el creyente vive la Palabra de Dios en las circunstancias concretas de la historia y hace cada vez más explícito lo que estaba implícito en la Palabra de Dios. En este sentido la Tradición va creciendo, como sucede con cualquier organismo vivo.  La Tradición, la Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el plan de Dios, están íntimamente unidos, de modo que ninguno puede subsistir sin los otros. Los tres, cada uno según su carácter, y bajo la acción del único Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de los hombres. Nos conviene pensar en esto en preparación a la fiesta de Pentecostés P. Agustín, Párroco.


[1] Lc.10, 16

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