jueves, 29 de diciembre de 2011

Solemnity of Mary, the Holy Mother of God 2012


My dear brothers and sisters, a few days ago one of the members of my pastoral council sent me the following letter, and although a few days ago we celebrated Christmas Eve, I think that Jesus continues to speak to the heart of each. I hope this text will be useful for our time of prayer with the Lord. Peace and blessings,

. . .
  
Brothers and Sisters loved by my Father, it has come to MY attention that many of you are upset that folks are taking My name out of the season.  How I personally feel about this celebration can probably be most easily understood by those of you who have been blessed with children of your own. I don't care what you call the day. If you want to celebrate My birth, just GET ALONG AND LOVE ONE ANOTHER.

Now, having said that let Me go on. If it bothers you that the town in which you live doesn’t allow a scene (in the public square) depicting the Nativity then place one on your own front lawn. If enough people did that, there wouldn’t be a need to have such a scene in the public square, because there would be many of them all around town.

Stop worrying about the fact that people are calling the tree a holiday tree, instead of a Christmas tree. It was I who made all trees. You can remember Me anytime you see any tree. Decorate a grape vine if you wish: I actually spoke of that one in a teaching, explaining who I am in relation to you and what each of our tasks were. If you have forgotten that one, look up John 15: 1 - 8.

If you want to give Me a present in remembrance of My birth here is my wish list. Choose something from it:

1. Instead of writing protest letters objecting to the way My birthday is being celebrated, write letters of love and hope to soldiers away from home. They are terribly afraid and lonely this time of year. I know, they tell Me all the time.

2. Visit someone in a nursing home. You don't have to know them personally. They just need to know that someone cares about them.

3. Instead of writing the President complaining about the wording on the cards his staff sent out this year, why don't you write and tell him that you'll be praying for him and his family at Mass this year. Then follow up... It will be nice hearing from you again.

4. Instead of giving your children a lot of gifts you can't afford and they don't need, spend time with them. Tell them the story of My birth and My Mother, and why I came to live with you down here. Hold them in your arms and remind them that I love them.

5. Pick someone that has hurt you in the past and forgive him or her.

6. Did you know that someone in your town will attempt to take their own life this season because they feel so alone and hopeless?  Since you don't know who that person is, try giving everyone you meet a warm smile; it could make the difference.

7. If you really want to make a difference, support a missionary-- especially one who takes My love and Good News to those who have never heard My name.

8. Here's a good one. There are individuals and whole families in your town who not only will have no "Christmas" tree, but neither will they have any presents to give or receive. If you don't know them, buy some food and a few gifts and give them to the Friendship House or some other charity that believes in Me and they will make the delivery for you.

9. Finally, if you want to make a statement about your belief in and loyalty to Me, then behave like a Christian. Don't do things in secret that you wouldn't do in My presence. Let people know by your actions that you are one of mine that you belong to Me.  

Don't forget; I am God and can take care of Myself. Just love Me and do what I have told you to do. I'll take care of all the rest. Check out the list above and get to work; time is short. I'll help you, but the ball is now in your court. And do have a most blessed end of the year with all those whom you love and remember

And remember: I LOVE YOU,

Jesus of Nazareth

Santa María, Madre de Dios 2012


Queridos hermanos en el Señor, el primer día del año la Iglesia fija su mirada gozosa en Santa María, Madre de Dios, y la saluda así: ¡Salve, Madre Santa!, Virgen Madre del Rey, que gobierna el cielo y la tierra por los siglos de los siglos. Una bella y tierna expresión que nos lleva a adorar al Niño, Rey eterno del universo, en brazos de la Madre. La fiesta de éste domingo –Santa María Madre de Dios- es la proclamación de María Madre del Hijo de Dios y Madre de la Iglesia. Trascendental afirmación de fe sobre la realidad del Verbo hecho carne. Actitud espiritual de los creyentes que, de la mano de la Virgen, son conducidos al Salvador. Hoy,  tenemos una buena oportunidad para interiorizar el misterio del nacimiento del Señor, al lado de María, su Madre. Esta mujer, la más grande de todas las que ha habido y habrá, da un vigor impresionante a la fe. Su aceptación del designio de Dios, pronta y lúcida, da la talla de la personalidad humana y espiritual de María. Penetramos en el misterio de la Navidad, junto a María y con María. Sintamos una profunda ternura por ella: acaba de ser Madre de Dios y también es nuestra Madre. La saludamos y, como pecadores, le pedimos confiadamente su auxilio: ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.

Santa María, Madre de Dios. Porque realmente el Verbo se ha hecho carne. ¡Gran misterio! El que habita en lo alto, el que es Dios, ha querido penetrar en la historia humana para compartir todo lo que es el grosor de nuestra vida. Dios se humaniza, se hace hombre. Así sabrá de nuestros gozos y de nuestras lágrimas… ¡Qué belleza espiritual la de esta mujer! Lo recordarán los padres de la Iglesia: María, era tan fiel y tan santa, vivía tan atenta a la Palabra, que antes que concibiera a Cristo en su seno, ya lo había concebido en su corazón.


La maternidad de María ilumina el camino de la vida cristiana y nos descubre el gozo del sí a Dios sin condiciones. Abre las ganas de entregarnos confiadamente al Señor para contribuir a la salvación de la historia.

Hoy recibiremos el consuelo de la bendición que se lee en la primera lectura de la Misa: El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor se fije en ti y te conceda la paz. Decimos Amén, porque tenemos la seguridad de que es así. Ponemos el año iniciado en manos del mismo Señor que nos lo regala. Lo dejamos en buenas manos. Y, confiados, estamos dispuestos a santificarnos, a vivir nuestra filiación divina, a madurar las virtudes teologales. Un año nuevo es otro don de Dios. Una oportunidad que no debe ser desechada. Nos felicitamos deseándonos lo mejor. No es anticristiano querer la prosperidad material. Pero, como todo tiempo, tendrá su cara y cruz, su gozo y su dolor. Lo que importará, en definitiva, será que vivamos el tiempo que Dios nos presta con el deseo de realizar su querer. Aunque cueste. Es actual y útil la súplica del salmista: "Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato" .

Vamos a rezar hoy con especial cariño a la Virgen María, para interiorizar el gozo de la Navidad y tener la disponibilidad que ella tuvo para con Dios a favor nuestro. Vamos a pedir a Dios el saber sentir la alegría en esta fiesta que nos conecta con los inicios de la salvación. Vamos a suplicar que lo que Dios ha comenzado en nosotros obtenga plenitud en la vida definitiva junto a Él. Vamos a ofrecer a Dios el nuevo año y orar por el bien, la paz y la fe por todos los hombres del mundo, puesto que por todos murió el Señor P. Agustín, Pastor. 

lunes, 26 de diciembre de 2011

Sacerdotes y Nochebuena


Leía hace unos días en un libro de Michel Rondet e Yves Raguin algo que se volvió vivo y cálido el sábado a medio día: «Si la tentación de las parejas es la de encerrarse en los límites de su amor compartido, la nuestra (se refiere a los sacerdotes) es la disolvernos en una filantropía sin rostro, incapaz de reconocer a nadie personalmente. Se ha podido decir que la familia es el espacio de lo social-privado; pues bien, la fraternidad sacerdotal es el espacio de lo universal-personalizado. Universal, porque ninguno de nosotros ha escogido al hermano o hermana con los que comparte su vida»...

...Mons. Gustavo García-Siller (Arzobispo de San Antonio) nos invitó a comer a su casa a algunos de sus sacerdotes, los que no tenemos familia en San Antonio (es un decir, claro que la tenemos: la comunidad parroquial; él pensó en los papás, hermanos, etc). 

Entendí entonces que la fraternidad es un regalo, un don que se ha de suplicar al Señor como fuente de renovación humana permanente; como un apoyo que nos ayuda a seguir adelante, a buscar ser mejores en la entrega. 

Ese día cantamos junto, nos reímos mucho, y al cabo de un rato cada uno regresamos a nuestras parroquias preparar la Nochebuena. No fue nada complicado ni nada formal; fue, sin más, compartir la mesa, el vino y las risas; el encuentro de un grupo de hombres que luchan con todas sus fuerzas por hacer felices a los demás; hombres de carne y hueso escogidos por Dios para llevar Su amor y Su presencia a los demás, hombres que ayudados por sus hermanos son tan fuertes como una ciudad amurallada   ae






lunes, 19 de diciembre de 2011


Solemnity of the Nativity of the Lord 2011




I am happy to share with you, my brothers in the Lord, some thoughts of my great friend Fr. John A. Hardon, of the Society of Jesus, thoughts that can help us make our prayer in the day we celebrate the nativity of our Lord Jesus Christ. And speaking of the Eucharist, I would like to invite you to view a video that explains well the presence of the Lord among us, you can see here:




Of the many subjects that we could talk about on Christmas day, I thought the most appropriate would be to speak on Christmas and the Eucharist. There are many aspects to their relationship, but I believe that there are mainly three: (1) both Christmas and the Eucharist are facts; (2) both reveal a mystery; and (3) both are meant to teach us a profound and not easily learned lesson. Christmas, first of all, is a fact of history. In a point of time and at a definable place the God of heaven and earth was born of a woman, and came to live among us as man. It is a fact that the infinite God became, unexplainably, a finite creature. It is a fact to which historians attest but which we know is no mere statistic of history; it is, rather, a fact planned by God from all eternity. This is the fact of Christmas: the Word actually became Flesh.  What is the fact of the Eucharist? It is that the same Jesus Who was born on earth not only became man but remains man. He not only came into the world, He is in the world. In a word, He came to stay. The Eucharist is Christmas prolonged, because faith tells us that once God became man, He decided to remain man.  But Christmas and the Eucharist are not only facts, they are also mysteries. What is the mystery of Christmas? The mystery is the humanly incredible reality of why God became man. He did not have to. God did not even have to make the world, and within the world, He did not have to make us. Except for the love of God, we are all empty unoccupied spaces on earth. But, having decided to make the world and to make us, God also decided that once man had sinned, He would redeem man. God might have redeemed man by an act of His divine Will; He chose not to do so. He chose, rather, to become man, so that as man He might not only, by some fiat of His human freedom redeem us, but might have a mortal flesh and a soul capable of suffering. In a word, the mystery of Christmas is the mystery of God's love that chose to take on our human form in order to show His love for us by suffering. The only ultimate reason for Bethlehem is Jerusalem; the only reason in God's mind for becoming a Child was so that He might, as man, die on the Cross. In a word, the mystery of Christmas is the mystery of God's unfathomable love that wants to suffer. God took on human flesh so that He might be able to endure pain. That is the mystery of Christmas, the mystery of God's love, in order that loving, He might endure the Cross. What is the mystery of the Eucharist? It is the same. You would think that God's love would have been satisfied with His becoming man and as man living, suffering and dying for our sins. And having once died, rising from the dead and returning as man to the Father from whom He came. But no, the mystery of God's love is that He invented a way of showing His love for us not only by being with us and near us but God even invented a way of being inside of us.  All of this tells us a lot about what love means. Love wants to show that it loves. It is not satisfied with sentiments or words. Love wants to prove its love in deeds; better, it wants to show its love in pain. Love wants to be near the one it loves, to be united with the one it loves. All of this is hidden behind the mystery of the Eucharist, made possible by the mystery of Christmas, because these two mysteries are really one. The Eucharist is merely an extension, a continuation, of what happened 2000 years ago in Bethlehem. Because Mary gave birth to the Son of God, we now have the Flesh of the Son of God near us, with us, and when we receive Him in Communion, within us. Finally, what is the lesson? The lesson of Christmas and the Eucharist must be obvious by now. God does nothing in vain. He did not choose to become man nor does He remain man in our midst except that He wants to evoke from us something of the same kind of love that He showed during His life on earth and still shows us in His life in the Eucharist. Jesus Christ gives us His Flesh and Blood to adore, worship and nourish our souls on, so that we might live with His life. What He wants us to do therefore, and this is the lesson, is to love Him as He has been loving us. How has He been loving us? First of all, He loves us in simplicity. Is there anything more simple than a child, or anything more simple than the round wafer of the Eucharist? God wants us to love Him in simplicity. Above all, we must have no duplicity with God. He wants our whole heart, not just part of it. We are to love Him, therefore, simply, unqualifyingly, totally. God wants us to love Him humbly. Is there anything more lowly than a baby? They are speechless, helpless; they must be fed and carried from place to place. And is there anything more unpretentious than what seems to be a piece of bread and a sip of wine? Yet as we know, real humility is always greatness hiding itself out of love. What a hard lesson for us to learn, to love this God of ours humbly

Solemnidad de la Natividad del Señor


Queridos hermanos y hermanas en el Señor: ¿Qué es verdaderamente la Navidad para nosotros, los cristianos? Tal vez ustedes me respondan que son los días de la ternura, de la alegría, de la familia. Pero yo, entonces, volvería a preguntarles: ¿Por qué en estos días nuestra alma se alegra, por qué se llena de ternura nuestro corazón? La respuesta la sabemos todos, aunque con frecuencia no la vivamos. Yo diría que la Navidad es la prueba, repetida todos los años, de dos realidades formidables: que Dios está cerca de nosotros, y que nos ama. Nuestro mundo moderno no es precisamente el más capacitado para entender esta cercanía de Dios. Decimos tantas veces que Dios está lejos, que nos ha abandonado, que nos sentimos solos... Parece que Dios fuera un padre que se marchó a los cielos y que vive allí muy bien, mientras sus hijos sangran en la tierra. Pero la Navidad demuestra que eso no es cierto. Al contrario. El verdadero Dios no es alguien tonante y lejano, perdido en su propia grandeza, despreocupado del abandono de sus hijos. Es alguien que abandonó él mismo los cielos para estar entre nosotros, ser como nosotros, vivir como nosotros, sufrir y morir como nosotros. Éste es el Dios de los cristianos. No alguien que de puro grande no nos quepa en nuestro corazón. Sino alguien que se hizo pequeño para poder estar entre nosotros. Éste es el mismo centro de nuestra fe. ¿Y por qué bajó de los cielos? Porque nos ama. Todo el que ama quiere estar cerca de la persona amada. Si pudiera no se alejaría ni un momento de ella. Viaja, si es necesario, para estar con ella. Quiere vivir en su misma casa, lo más cerca posible. Así Dios. Siendo, como es, el infinitamente otro, quiso ser el infinitamente nuestro. Siendo la omnipotencia, compartió nuestra debilidad. Siendo el eterno, se hizo temporal. Y, si esto es así, ¿por qué los hombres no percibimos su presencia, por qué no sentimos su amor? Porque no estamos lo suficientemente atentos y despiertos. ¿Se han dado ustedes cuenta de que con los fenómenos de la naturaleza nos ocurre algo parecido? Oímos el trueno, la tormenta. Llegamos a escuchar la lluvia y el aguacero. Pero la nieve sólo se percibe si uno se asoma a la ventana. Cae la nieve sobre el mundo y es silenciosa, callada, como el amor de Dios. Y nadie negará la caída de la nieve porque no la haya oído. Así ocurre con el amor de Dios: que cae incesantemente sobre el mundo sin que lo escuchemos, sin que lo percibamos. Hay que abrir mucho los ojos del alma para enterarse. Porque, efectivamente, como dice un salmo «la misericordia de Dios llena la tierra», cubre las almas con su incesante nevada de amor. Navidad es la gran prueba. En estos días ese amor de Dios se hace visible en un portal. Ojala se haga también visible en nuestras almas. Ojala en estos días la nevada de Dios, la paz de Dios, la ternura de Dios, la alegría de Dios, descienda sobre todos nosotros como descendió hace dos mil años sobre un pesebre en la ciudad de Belén.

Pues bien: la Navidad es como el tiempo en el que esa misericordia de Dios se reduplica sobre el mundo y sobre nuestras cabezas. Es como si, al darnos a su Hijo, nos amase el doble que de ordinario. Durante estos días de Navidad, todos los que tienen los ojos bien abiertos se vuelven más niños porque es como si fuesen redobladamente hijos y como si Dios fuera en estos días el doble de Padre.

Pero ¿cuántos se dan cuenta de ello? ¿Cuántos están tan distraídos con las fiestas familiares que en estos días no se acuerdan de su alma?... Por eso yo quisiera invitarles, amigos míos, a abrir sus ventanas y sus ojos, a descubrir la maravilla de que Dios nos ama tanto que se vuelva uno de nosotros. Y que vivan ustedes estos días de asombro en asombro. Que se hagan ustedes las grandes preguntas que hay que hacerse estos días y que descubran que cada respuesta es más asombrosa que la anterior. La primera pregunta es: ¿Qué pasa realmente estos días? Y la respuesta es que Alguien muy importante viene a visitarnos.

¿Quién es el que viene? Nada menos que el Creador del mundo, el autor de las estrellas y de toda carne. ¿Y cómo viene? Viene hecho carne, hecho pobreza, convertido en un bebé como los nuestros. ¿A qué viene? Viene a salvarnos, a devolvernos la alegría, a darnos nuevas razones para vivir y para esperar. ¿Para quién viene? Viene para todos, viene para el pueblo, para los más humildes, para cuantos quieran abrirle el corazón. ¿En qué lugar viene? En el más humilde y sencillo de la tierra, en aquél donde menos se le podía esperar.


¿Y por qué viene? Sólo por una razón: porque nos ama, porque quiere estar con nosotros. Y la última pregunta, tal vez la más dolorosa: ¿Y cuáles serán los resultados de su venida? Los que nosotros queramos. Pasará a nuestro lado si no sabemos verle. Crecerá dentro de nosotros si le acogemos. Dejemos, pues que crezcan estas preguntas dentro de nuestro corazón y sentiremos mucha alegría. Descubriremos que no hay gozo mayor que el de sabernos amados, cuando quien nos ama —iy tanto!— es nada menos que el mismo Dios P. Agustín, Párroco. 

martes, 13 de diciembre de 2011


FOURTH SUNDAY OF ADVENT


My brothers and sisters, in the week before Christmas, I invite all of you to consider a beautiful tradition in the Catholic Church: The O Antiphons. It refers to the seven antiphons that are recited (or chanted) preceding the Magnificat during Vespers of the Liturgy of the Hours. They cover the special period of Advent preparation known as the Octave before Christmas, Dec. 17-23, with Dec. 24 being Christmas Eve and Vespers for that evening being for the Christmas Vigil. The exact origin of the “O Antiphons” is not known. Boethius (c. 480-524) made a slight reference to them, thereby suggesting their presence at that time. At the Benedictine abbey of Fleury (now Saint-Benoit-sur-Loire), these antiphons were recited by the abbot and other abbey leaders in descending rank, and then a gift was given to each member of the community. By the eighth century, they are in use in the liturgical celebrations in Rome. The usage of the “O Antiphons” was so prevalent in monasteries that the phrases, “Keep your O” and “The Great O Antiphons” were common parlance. One may thereby conclude that in some fashion the “O Antiphons” have been part of our liturgical tradition since the very early Church. The importance of “O Antiphons” is twofold: Each one highlights a title for the Messiah: O Sapientia (O Wisdom), O Adonai (O Lord), O Radix Jesse (O Root of Jesse), O Clavis David (O Key of David), O Oriens (O Rising Sun), O Rex Gentium (O King of the Nations), and O Emmanuel. Also, each one refers to the prophecy of Isaiah of the coming of the Messiah. Let’s now look at each antiphon with just a sample of Isaiah’s related prophecies:

O Sapientia: “O Wisdom, O holy Word of God, you govern all creation with your strong yet tender care. Come and show your people the way to salvation.” Isaiah had prophesied, “The spirit of the Lord shall rest upon him: a spirit of wisdom and of understanding, a spirit of counsel and of strength, a spirit of knowledge and fear of the Lord, and his delight shall be the fear of the Lord.” (11:2-3), and “Wonderful is His counsel and great is His wisdom.” (28:29).

O Adonai: “O sacred Lord of ancient Israel, who showed yourself to Moses in the burning bush, who gave him the holy law on Sinai mountain: come, stretch out your mighty hand to set us free.” Isaiah had prophesied, “But He shall judge the poor with justice, and decide aright for the land’s afflicted. He shall strike the ruthless with the rod of his mouth, and with the breath of his lips he shall slay the wicked. Justice shall be the band around his waist, and faithfulness a belt upon his hips.” (11:4-5); and “Indeed the Lord will be there with us, majestic; yes the Lord our judge, the Lord our lawgiver, the Lord our king, he it is who will save us.” (33:22).
O Radix Jesse: “O Flower of Jesse’s stem, you have been raised up as a sign for all peoples; kings stand silent in your presence; the nations bow down in worship before you. Come, let nothing keep you from coming to our aid.” Isaiah had prophesied, “But a shoot shall sprout from the stump of Jesse, and from his roots a bud shall blossom.” (11:1), and A On that day, the root of Jesse, set up as a signal for the nations, the Gentiles shall seek out, for his dwelling shall be glorious.” (11:10). Remember also that Jesse was the father of King David, and Micah had prophesied that the Messiah would be of the house and lineage of David and be born in David’s city, Bethlehem (Micah 5:1).
O Clavis David: “O Key of David, O royal Power of Israel controlling at your will the gate of Heaven: Come, break down the prison walls of death for those who dwell in darkness and the shadow of death; and lead your captive people into freedom.” Isaiah had prophesied, AI will place the Key of the House of David on His shoulder; when he opens, no one will shut, when he shuts, no one will open.” (22:22), and “His dominion is vast and forever peaceful, from David’s throne, and over His kingdom, which he confirms and sustains by judgment and justice, both now and forever.” (9:6).
O Oriens: “O Radiant Dawn, splendor of eternal light, sun of justice: come, shine on those who dwell in darkness and the shadow of death.” Isaiah had prophesied, “The people who walked in darkness have seen a great light; upon those who dwelt in the land of gloom a light has shown.” (9:1).
O Rex Gentium: “O King of all the nations, the only joy of every human heart; O Keystone of the mighty arch of man, come and save the creature you fashioned from the dust.” Isaiah had prophesied, “For a child is born to us, a son is given us; upon his shoulder dominion rests. They name him Wonder-Counselor, God-Hero, Father-Forever, Prince of Peace.” (9:5), and “He shall judge between the nations, and impose terms on many peoples. They shall beat their swords into plowshares and their spears into pruning hooks; one nation shall not raise the sword against another, nor shall they train for war again.” (2:4).
O Emmanuel: “O Emmanuel, king and lawgiver, desire of the nations, Savior of all people, come and set us free, Lord our God.” Isaiah had prophesied, “The Lord himself will give you this sign: the Virgin shall be with child, and bear a son, and shall name him Emmanuel.” (7:14). Remember “Emmanuel” means “God is with us.” Probably the Benedictine monks arranged these antiphons with a definite purpose. If one starts with the last title and takes the first letter of each one - Emmanuel, Rex, Oriens, Clavis, Radix, Adonai, Sapientia- the Latin words ero cras are formed, meaning, “Tomorrow, I will come.” Therefore, the Lord Jesus, whose coming we have prepared for in Advent and whom we have addressed in these seven Messianic titles, now speaks to us, “Tomorrow, I will come.” So the “O Antiphons” not only bring intensity to our Advent preparation, but bring it to a joyful conclusion   Fr. Agustin, Pastor. 

IV DOMINGO DE ADVIENTO


Archivo:Getty center psalter Ms66 - f27 Samuel anointing David.jpgMis queridos hermanos y hermanas en el Señor, ya muy cerca de la Solemnidad de la Natividad del Señor, y para calmar el la impaciencia de nuestro espíritu, la Iglesia, que es Madre y Maestra, nos regala la alegre fiesta de la Expectación del parto o la espera del divino alumbramiento. Esta fiesta fijada en el 16 de diciembre, continúa hasta Navidad, sin embargo a partir de éste día la Iglesia canta en las Vísperas las grandes antífonas. Se llaman popularmente antífonas de la O, o las O de Navidad, porque principian con esta invocación. Estas antífonas expresan por su variedad las diferentes cualidades del Mesías y las diversas necesidades del linaje humano.
El hombre está, desde la caída de Adán y Eva, privado casi de razón y sin gusto hacia los verdaderos bienes; su conducta inspira compasión y necesita la sabiduría, así la Iglesia la pide para él con la primera antífona: O Sapientia: ¡Oh Sabiduría que saliste de la boca del Altísimo, que alcanzas tu fin con fuerza, y dispones todas las cosas con dulzura! Ven a enseñarnos la senda de la prudencia”.
El hombre es desde su caída esclavo del demonio, y tiene necesidad de un poderoso Libertador. La Iglesia lo pide para él con la segunda antífona: O Adonai: "¡Oh Dios poderoso y guía de la casa de Israel, que te mostraste a Moisés en la zarza encendida y le diste a ley del Sinaí!"Ven a rescatarnos con el poder de tu brazo”.
El hombre desde su caída necesita un Redentor. La Iglesia lo pide para él en la tercera Antífona: O radix Jesé: “¡Oh raíz de Jesé, que está expuesta como una bandera a los ojos de las naciones, ante la cual guardarán silencio los reyes, y a la que ofrecerán los gentiles sus oraciones! ven a rescatarnos, no tardes”.
El  hombre es desde su caída preso del error y de la muerte, y necesita una llave para salir. La Iglesia la pide con la cuarta antífona: O clavis David: “¡Oh llave de David, que abres y nadie cierra, que cierras y nadie abre! Ven y saca al preso de la cárcel, al desgraciado que yace en las tinieblas a la sombra de la muerte”.
El hombre está ciego desde su caída, y necesita un sol que le ilumine. La Iglesia lo pide para él con co la quinta antífona: O Oriens; ¡Oh Oriente, esplendor de la luz eterna y sol de justicia! Ven y alumbra a los que yacen en las tinieblas y en la sombra de la muerte.”
El hombre desde su caída necesita un santificador, un fuego que lo purifique. La Iglesia lo pide por él con la sexta antífona: O Sancte Sanctorum: ¡Oh Santo de los Santos, espejo sin mancha de la majestad de Dios e imagen de su bondad! Ven a destruir la iniquidad y traer la justicia eterna”.
El hombre desde su necesita un restaurador, alguien que lo restañe. La Iglesia lo pide para él con la séptima antífona: O Rex gentium: ¡Oh Rey de las naciones, Dios y Salvador de Israel, piedra angular que unes en un solo edificio a los Judíos y a los gentiles! Ven y salva al hombre que has formado del barro de la tierra”.
El hombre desde su caída  ha doblegado la cabeza bajo el yugo de todas las tiranías, y tiene necesidad de un legislador equitativo. La Iglesia lo pide para él con le octava antífona: O Emmanuel: “¡Oh Emmanuel, nuestro rey y Legislador, expectación de las naciones y objeto de sus deseos! Ven a salvarnos, Señor Dios nuestro”.
El hombre desde su caída es una oveja expuesta al furor de los lobos, y necesita un Pastor que le defienda y le guíe a buenos pastos. La Iglesia lo pide para él con la novena antífona: O Pastor Israel: “¡Oh Pastor y dominador de la casa de David! Tú que eras en el principio desde el día de la eternidad, ven a apacentar a tu pueblo en toda la extensión de tu poder, y reina sobre él en la justicia y la sabiduría!”
Una de las mejores preparaciones para la fiesta de Navidad es el repetir con frecuencia estas bellas antífonas, empapándonos en los sentimientos que expresan. Si queremos pasar santamente el tiempo del Adviento, unamos nuestros suspirosa los de la Iglesia, los Patriarcas, los Profetas y justos d la antigua Ley; adoptemos alguna de sus ardientes palabras; que sea nuestra oración jaculatoria de cada día, y si es posible, de cada hora del día.  Unamos a la oración u recogimiento mayor, una vigilancia mas continua; descendamos con más frecuencia al fondo de nuestra alma, a fin de purificarla y embellecerla pensando que debe ser la cuna del Niño divino. Sin embargo, la gran preparación es renunciar al pecado, al pecado mortal especialmente, pues ¿qué puede haber de común entre el Hijo de María y un corazón manchado de iniquidades?
Escuchemos a san Carlos exhortando a su pueblo a santificar el Adviento, y apropiémonos de las palabras del gran Arzobispo: “Durante el Adviento debemos prepararnos para recibir al Hijo de Dios que abandona el seno de su Padre para hacerse hombre, y platicar nosotros; es preciso destinar un poco del tiempo que consagramos a nuestras ocupaciones a meditar en silencio sobre las preguntas siguientes: ¿Quién es el que viene? ¿De dónde viene? ¿Cómo viene? ¿Cuáles son los hombres para los que viene? ¿Cuáles son los motivos y cuál debe ser el fruto de su venida? Cifremos en él nuestras aspiraciones todas a imitación de los justos y Profetas del Antiguo Testamento que por tanto tiempo le esperaron, y para abrirle el camino de nuestro corazón purifiquémonos por medio de la confesión, el ayuno y de la comunión”.
Con la esperanza alegre de la venida de nuestro Señor les envío un cálido abrazo y la bendición para cada uno y sus familias Fr. Agustín, Párroco.  

martes, 6 de diciembre de 2011


Solemnity of the Immaculate Conception of the Blessed Virgin Mary


We celebrate one of the most splendid mysteries of the Church, and one that has been the topic of much controversy over the centuries: the feast of the Immaculate Conception of the Blessed Virgin Mary.

I am not so sure that I have the necessary skills to prove by Scripture the doctrine of the Immaculate Conception, as your parish priest I just invite you to look on the purity of Mary with admiration, with a sincere heart. We have a lot to learn from her: she is the first believer in Jesus, she is the first Christian. We look on Mary as a model for our spiritual life and us. The virgin is not far away in time to be an example for each one of us, at least I feel her presence very close, and I am convinced that in this parish we love her very much. You know, every day we struggle against temptation and sin, or because of events in the past that have hurt us, so we can and we should pray to Mary to help us on our journey, to help us fight temptation and sin.

In our first reading we heard about Eve leading Adam into sin[1]. Today we see that our blessed Mother is the New Eve because at the Annunciation and through her whole life she restored the relationship broken by the first Eve. Today we wee that she is the New Eve because she is the mother of all those born into new life through the grace in Christ. This is a joyous occasion; this is a reason to thank her for her life and her obedience to God the Father.

[So] Today we celebrate the Eucharist in honor of Our Lady’s Immaculate Conception, and not just because of this special grace given to her but also because we regard Mary in a special way a mother to all of us, a mother whom we love and a mother who loves us, a mother to whom we can tell everything, a mother who wants what is best for us. The Virgin is always present. Our blessed mother cares for the children of the Church at all times. Are we aware of this?

Our blessed Mother is honored by the Church and has been since the beginning, but not worshipped, asked for her prayers, but not prayed to, recognized as having a special relationship with Christ, but never taking His place. Mary’s role is to point the way to her Son. We have to be very clear on this point.

Our blessed mother is important because of her humanity and her proximity to the divine. St Alphonsus Ligouri in his great book The Glories of Mary[2] suggested a great metaphor that could help us to understand the Immaculate Conception. That metaphor is the consecration of an Altar: Mary is consecrated by her Immaculate Conception to become a sanctuary fitting for the incarnate God. A stone table or an empty building becomes a holy place through sanctification[3], trough grace, trough the anointing.

So, in celebrating the feast, we do two things: firstly, we recognize God’s goodness towards Mary, his saving work of Grace on her life from the moment of her conception, and secondly, it is an example to us of God’s Grace intended for us, and which we will surely inherit because it was bought for us by the blood of the Lamb. We must be aware of this and be very grateful. So today we celebrate the Mass, because we are grateful and want to say this to God.

Already very close to Christmas we need to be attentive on the presence and protection of our blessed Mother, and to wait in hope and prayer. Let us be sure that our Lady waits with us this Advent Season for the redemption of all humankind. This is a big consolation, a big reason for joy, a reason to celebrate, and a time to keep silence and give thanks to God. Amen ■


[1] Gn 3:9-15, 20.
[3] Saint Alphonsus Maria de Liguori (1696-1787) was an Italian Catholic bishop, spiritual writer, scholastic philosopher and theologian, and founder of the Redemptorists, an influential religious congregation. He was canonized in 1839 by Pope Gregory XVI.