Queridos hermanos en el Señor, hay un tema en el que he estado pensando durante algún tiempo y
hoy quiero comentarlo brevemente Muchas veces me pregunto por qué tenemos la (mala)
costumbre de salir de la parroquia antes de que el sacerdote y los ministros
abandonen por completo el altar. Aunque
–dice mi mamá- “las comparaciones son odiosas”, esta mala costumbre rara vez se
ve en otras denominaciones, como por ejemplo en los servicios de nuestros
hermanos protestantes, en los templos Mormones o en los salones de los testigos
de Jehová. ¿Será que los católicos tenemos cosas más importantes qué hacer? Pienso
que hemos de dar más peso y más importancia a la celebración de la Eucaristía;
asistir con mucha más reverencia, y atención; prepararnos mejor, especialmente
la Eucaristía dominical que es el centro de toda la semana. Toda la celebración
de la Misa es importante, desde los ritos de entrada (el saludo, el Señor ten piedad, el Gloria, etc.) hasta a la procesión salida.
De la misma manera que no nos vamos de una comida o de una cena a la que fuimos
invitados sin decir adiós y gracias al anfitrión, de esa misma
manera es bueno permanecer unos pocos minutos al final para dar gracias al
Jesús por todo lo que nos regaló, que es mucho. El quedarse un momento es también
un signo de los buenos modales y cortesía hacia los ministros que nos ayudan
con la música de la celebración. Queridos hermanos, en éste sexto domingo del tiempo de Pascua, tomemos
la decisión de romper con los viejos hábitos, tomemos la decisión de quedarnos
hasta el final de la misa y quizá unos pocos minutos más orando, cantando, reflexionando; agradeciendo el tiempo precioso que
pudimos pasar en la presencia de Dios, en su casa, ¿hay alguna otra cosa más
importante que la celebración de la Eucaristía? ¿Qué puede ser más importante? Como
decía hace poco nuestro querido papa emérito Benedicto XVI: “en la Eucaristía
nace y se renueva la capacidad de compartir tanto la vida como los bienes
materiales, cargar los pesos de los demás, así como de ser hospitalarios y
acogedores”. Pidamos a la Santísima Virgen su ayuda (¡comenzamos el mes de
Mayo) para tener una mejor actitud –más llena de amor- hacia la celebración de
la Santa Misa ■ P. Agustín,
párroco.
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