Queridos hermanos en el Señor, desde el día en que sucedió el
terrible acontecimiento de la escuela en Connecticut, he estado pensando mucho
en éste asunto y quiero, en ésta edición de nuestro Pastors Bench, escribir un poco. Las abuelas tienen siempre mucha
sabiduría, y dicen las cosas en frases cortas y profundas. Mi abuelita solía
decir que las cosas iban mal "porque vivimos lejos de Dios". Y es
verdad. Las cosas en nuestro país y en el resto del mundo van mal porque
vivimos alejados de Dios. Sí: venimos a la Iglesia, pasamos juntos un rato en comunidad,
incluso recibimos el Cuerpo y la Sangre del Señor, pero nuestra vida no está en
una total comunión con Dios; y poco a poco nosotros hemos ido convirtiendo a
Dios en un "asunto privado", y pareciera que el mundo en el que
vivimos es un mundo sin Dios. Salimos a la calle ¿y encontramos a Dios? ¿está
Él en nuestras escuelas o centros comerciales? Durante mucho tiempo hemos
querido solucionar lo que va sucediendo en el día a día con leyes y cámaras de
representantes, con cartas al Presidente; con armas, con planes y calendarios,
con juntas; con hospitales e investigación, pero no hemos intentado arreglarlas
con oración y ayuno, con silencio y
penitencia, deseando incluir a Dios en todos y cada uno de los momentos de
nuestra vida. Queridos hermanos: la crisis de falta de seguridad y falta de
paz que estamos viviendo no va a solucionarse con un nuevo planteamiento en el
tema de las armas, ni tampoco con nuevas leyes sobre inmigración, mucho menos
con un nuevo presupuesto económico para los años que vienen. La crisis por la
que estamos atravesando es una crisis de un mundo que cree que puede sobrevivir
sin Dios, crisis de seres humanos –tú y yo- que piensan que Dios es importante
para ciertos aspectos de la vida, o para los domingos en la mañana. Cuando el
pueblo de Nínive está en medio de una crisis y vive lejos de Dios pero recibe
con buena actitud la predicación de Jonás, ellos cambian rápidamente de
actitud, y entonces Dios ve el cambio aquellos hombres y mujeres. Hoy yo me
pregunto: ¿no será ahora el mejor momento en el que nuestro mundo y nuestro
país deben voltear hacia Dios con un corazón arrepentido? Esto no es cuestión
de si somos católicos o metodistas o judíos o musulmanes, eso no es importante
(¡por Dios, todos somos Sus hijos!), es cuestión de que Dios ha pasado a ser un
asunto privado que se usa cuando hay un antojo o cuando puede ser útil. ¡Vamos
a despertar! ¿No será éste el momento adecuado para volver a Dios con todo el
corazón, y dejar que sea Él y sólo
Él quien solucione todo lo malo que está sucediendo en el mundo y nos está
volviendo locos? ¡Señor Dios nuestro, que el hombre no te obligue a
arrepentirte de haberle dado un día las llaves de la tierra! ■ P. Agustín, párroco.
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