Llama la atención el (algunas veces mucho) tiempo que las señoras dedican a
prepararse para ir a una fiesta o a una boda, es algo que está muy bien, pero
¿por qué no hacemos lo mismo todos –hombres, mujeres, jóvenes, niños- para
asistir a la fiesta más importante, la Santa Misa, la celebración de la
Eucaristía? Mis queridos hermanos en el Señor: si no nos preparamos
espiritualmente ¿cómo la vamos a aprovechar? Hoy nos preguntamos: ¿Cómo debe
ser nuestra preparación para la Misa? Lo
primero, aunque parezca obvio, es asistir; nadie valora una fiesta si no
participa en ella. Lo segundo es la
preparación personal que hagamos algunos minutos antes de entrar a la iglesia. Sabemos
a lo que vamos, pero el ser humano es como un ventilador, cuando lo apagamos deja
de girar poco a poco. Lo mismo nosotros: si estamos pendientes de mil y un
asuntos justo antes de ir a Misa y entramos cuando el sacerdote esté besando el
altar, o iniciando el saludo y la oración colecta, seguramente estaremos distraídos
los primeros diez minutos: “¿cerramos bien la casa?, ¿cómo resolveré este
problema?, ¿hice bien en tomar esa decisión?, ¿habrá venido mi comadre Cuca y
mi compadre Chon a Misa?” Si tomamos el hábito de llegar cinco minutos antes,
dejaremos tiempo para la oración y ese ventilador se irá apagando poco a poco, ayudándonos
a dejar a un lado todas nuestras preocupaciones y entrar de lleno desde el
primer momento en la celebración de la Eucaristía. Un tercer punto práctico es poner atención y centrarnos en lo que
estamos haciendo. Si meditamos en lo que va diciendo el sacerdote, nuestras
respuestas serán de corazón, pues sabremos qué es lo que estamos recitando y
pidiendo. Debemos meditar en el acto penitencial, en el Gloria, en cada una de las Lecturas; debemos esforzarnos por
comprender qué nos quiere decir el sacerdote durante la homilía, meditar en el Credo, en el ofertorio y sobre todo en
la Consagración, el momento más importante. Un último consejo: estudiar; leer. Hay muchos libros,
folletos y textos que nos hablan sobre la Misa y nos ayudan a entender sus
partes. Así estaremos más atentos y entenderemos mejor qué es lo que va
pasando. Si seguimos estos
consejos, sentiremos necesidad de dar gracias a Dios por habernos invitado a la
fiesta más grande de la semana. Lamentablemente la fiesta es corta, ocupa sólo
el 0.59% del tiempo de la semana. Pero si nos damos cuenta del gran misterio
que pasa en ese momento (Dios mismo baja a la tierra para que lo podamos
recibir), aprovecharemos cada Misa como si fuera la única de nuestra vida ■ P. Agustín, párroco.
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