La educación de los hijos (IV)
Otro tema importante en la educación de los hijos es la educación de las
emociones, de la afectividad, del corazón. Es tarea de los papás, con la ayuda
de Dios y de la Iglesia, el hacer en los hijos un corazón grande, capaz de amar
de verdad a Dios y a los hombres, capaz de sentir las preocupaciones de los que
nos rodean, saber perdonar y comprender. Si los hijos se ven queridos
incondicionalmente todos los días, si aprecian que obrar bien es motivo de
alegría para sus padres, y que sus errores no llevan a que se les retire la
confianza, si se les facilita la sinceridad y que manifiesten sus emociones…
crecen con un clima interior habitual de orden y sosiego, donde predominan los
sentimientos positivos: comprensión, alegría, confianza. Nada ayuda más a que en
los hijos los afectos maduren que dejar el corazón en el Señor y en el
cumplimiento de su voluntad, por eso es bueno ayudarlos a luchar contra la
vanidad, moderar el apetito en las
comidas, ser pacientes con todos. Para todo esto la amistad con el Señor Jesús es
el mejor lugar. Enseñar a los hijos desde pequeños a querer a Jesús y a su
Madre con el mismo corazón y manifestaciones de cariño con que quieren a sus
padres en la tierra favorece, en la medida de su edad, que descubran la
verdadera grandeza de sus afectos y que el Señor se introduzca en sus almas. Un
corazón que guarda su integridad para Dios, se posee entero y es capaz de
donarse totalmente, primero a la familia –papás y hermanos-, luego a los amigos
o compañeros de trabajo, y después al hombre o a la mujer que se elijan entre
los demás para formar una nueva familia. Educar a los hijos produce muchas
satisfacciones, pero también sinsabores y preocupaciones no pequeñas. No hay
que dejarse llevar por sentimientos de fracaso, pase lo que pase. Al contrario,
con optimismo, con fe y con esperanza, se puede recomenzar siempre. Ningún
esfuerzo será vano, aunque pueda parecer que llega tarde o no se vean los
resultados. La paternidad y la maternidad no terminan nunca. Los hijos están
siempre necesitados de la oración y del cariño de sus padres, también cuando ya
son independientes. La Virgen no abandonó a Jesús en el Calvario. Su ejemplo de
entrega y sacrificio hasta el final puede iluminar esta apasionante tarea que
Dios encomienda a las madres y a los padres. Educar para la vida: tarea de amor
■ P. Agustín
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