miércoles, 24 de noviembre de 2010

I Domingo de Adviento (A)


Queridos hermanos y hermanas en el Señor, os anunciamos que comienza el Adviento. Alzad la vista, restregaos los ojos, mirad hacia el horizonte. Daos cuenta del momento. Aguzad el oído. Captad los gritos y susurros, el viento, la vida... Empezamos el Adviento, y una vez más renace la esperanza en el horizonte. Al fondo, clareando ya, la Navidad. Una Navidad sosegada, íntima, pacífica, fraternal, solidaria, encarnada, también superficial, desgarrada, violenta...; mas siempre esposada con la esperanza. Es Adviento esa niña esperanza que todos llevamos, sin saber cómo, en las entrañas; una llama temblorosa, imposible de apagar, que atraviesa el espesor de los tiempos; un camino de solidaridad bien recorrido; la alegría contenida en cada trayecto; unas huellas que no engañan; una gestación llena de vida; anuncio contenido de buena nueva; una ternura que se desborda... Estad alerta y escuchad. Lleno de esperanza grita Isaías: "Caminemos a la luz del Señor". Con esperanza pregona Juan Bautista: "Convertíos, porque ya llega el reino de Dios". Con la esperanza de todos los pobres de Israel, de todos los pobres del mundo, susurra María su palabra de acogida: "Hágase en mí según tu palabra". Alegraos, saltad de júbilo. Poneos vuestro mejor traje. Perfumaos con perfumes. ¡Que se note! Viene Dios. Avivad alegría, paz y esperanza. Preparad el camino. Ya llega nuestro Salvador. Viene Dios... y está a la puerta. ¡Despertad a la vida! Procuremos orar juntos, en familia, a lo largo de éstos domingos de Adviento: Dios todopoderoso, aviva en tus fieles en este tiempo de Adviento, el deseo de salir al encuentro de Cristo, que viene acompañado por las buenas obras, para que colocados un día a su derecha, merezcamos poseer el reino eterno P. Agustín, Párroco. 

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